DIS, Días de Inevitable Somnolencia
Para comenzar pido disculpas ya que hace mucho que no publico nada, pero apenas sí tengo tiempo para escribir a la vez que mantengo una vida social razonable.
Lo que dejo a continuación es un pequeño texto un poco irónico que he escrito hoy durante una larga clase de DIS (Diseño de Sistemas Digitales). Que nadie se confunda, la ironía empleada no ha sido con el fin de exagerar las cosas, sino más bien con la intención de hacer más amena la lectura de un tema tan aburrido como es el propio aburrimiento.
El polvo blanco cae suave sobre la repisa metálica, desciende lentamente hacia su destino. Se siente pesada, como los párpados de los alumnos que la observan con desgana. Sus ligeros vaivenes se acompasan con el soplar que sigue al ronquido, la sinfonía que suena como fondo del soporífero discurso.
Los unos se enfrentan a los ceros en una interminable guerra de productos. Una batalla sin fin ni sentido, un enciende y apaga de los imaginarios interruptores del día. El profesor juega el rol de un pésimo comentarista sin entusiasmo.
Al otro lado de la clase se atisba una esperanza de atención hacia los números. Dos amigos se ponen de acuerdo para encerrar de una forma ordenada a los primeros nueve valores de las matemáticas. En ochenta y una salas los custodian, clasificadas en pisos y pasillos, en los corredores de la vida quedan encerrados sus fieles amigos.
Lo que dejo a continuación es un pequeño texto un poco irónico que he escrito hoy durante una larga clase de DIS (Diseño de Sistemas Digitales). Que nadie se confunda, la ironía empleada no ha sido con el fin de exagerar las cosas, sino más bien con la intención de hacer más amena la lectura de un tema tan aburrido como es el propio aburrimiento.
El polvo blanco cae suave sobre la repisa metálica, desciende lentamente hacia su destino. Se siente pesada, como los párpados de los alumnos que la observan con desgana. Sus ligeros vaivenes se acompasan con el soplar que sigue al ronquido, la sinfonía que suena como fondo del soporífero discurso.Los unos se enfrentan a los ceros en una interminable guerra de productos. Una batalla sin fin ni sentido, un enciende y apaga de los imaginarios interruptores del día. El profesor juega el rol de un pésimo comentarista sin entusiasmo.
Al otro lado de la clase se atisba una esperanza de atención hacia los números. Dos amigos se ponen de acuerdo para encerrar de una forma ordenada a los primeros nueve valores de las matemáticas. En ochenta y una salas los custodian, clasificadas en pisos y pasillos, en los corredores de la vida quedan encerrados sus fieles amigos.
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